sábado, 25 de octubre de 2008
La cruel realidad es que yo tengo catorce años y que el depravado ya había conseguido lo que quería (al menos eso me gusta pensar, me hace odiarlo).Inevitablemente tengo que hacerlo.Lo culpo de mi soledad, de mi miedo a las personas,de mi desconfianza en general,de mi despecho.Mi entorno se sigue preguntando que tanto hizo él y cuanto me corresponde a mi.Es un porcentaje que nunca pude resolver: no me dan las cuentas.Que tubo un impacto estruendoso en mí,eso es sabido;también me hizo llegar a extremos incalculables e imposibles.Pero si se regodeaba en mi desgracia, eso no se sabe; si me obligaba a jugar un juego macabro,tampoco.
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